Cada uno viaja como desea o puede. Para mí disfrutar de un viaje no tiene nada que ver con la aventura, el riesgo o la acción. Tal vez sea un viajero pasivo. Prefiero sentarme y contemplar construcciones, paisajes y gente que transita por sus vidas y de paso por la mía. Intento incluso hablar poco por si, distraído en extraer algo de mi mundo interior, se me escapa lo que transcurre delante de mis ojos. ¿Cuántas veces podré volver a pasear por esa calle? ¿Cuándo visitaré otra vez este museo o catedral? Seguramente que nunca: la economía y los años van limitando mis posibilidades poco a poco. Hay que capturar los instantes. De todo lo que ve uno cada persona descubre lo que mejor le parece o interesa. Este verano, por Francia, me han quedado en la retina imágenes inolvidables y una pequeña "aventura" que pongo entre comillas porque no llega a ser más que un episodio minúsculo que sin embargo valoro como aventura por lo que de provecho le saqué personalmente. Les cuento: sal
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