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Mostrando entradas de 2014

Otra vez "El cráneo de la Araña"

Hay novelas que envejecen, como algunas películas, y otras que son universales. Esta semana he tenido por primera vez la sensación de que algo que he escrito yo se resiste a envejecer. Aunque han pasado ya tres años de su publicación, mi novela,  El cráneo de la Araña ,  ha protagonizado otro día que me motiva a seguir escribiendo. El Club de Lectura de la Biblioteca Municipal Manuel Altolaguirre de Málaga la escogió para realizar una actividad muy interesante que consiste en un contacto directo, un coloquio, de los lectores con el autor de la obra. La directora de la Biblioteca, María Carmona, y Gloria Rodríguez, que es miembro de dicho club,  presentaron mi novela el jueves pasado y me formularon bastantes preguntas sobre su contenido, el proceso de creación y su veracidad. Algunos de los presentes me ofrecieron sus opiniones y valoraciones tras un intercambio muy agradable y fresco de ideas. Tengo que admitir que salí muy satisfecho por dos motivos principalmente: por comprobar q

Por Francia (II)

Cada uno viaja como desea o puede. Para mí disfrutar de un viaje no tiene nada que ver con la aventura, el riesgo o la acción. Tal vez sea un viajero pasivo. Prefiero sentarme y contemplar construcciones, paisajes y gente que transita por sus vidas y de paso por la mía. Intento incluso hablar poco por si, distraído en extraer algo de mi mundo interior, se me escapa lo que transcurre delante de mis ojos. ¿Cuántas veces podré volver a pasear por esa calle? ¿Cuándo visitaré otra vez este museo o catedral? Seguramente que nunca: la economía y los años van limitando mis posibilidades poco a poco. Hay que capturar los instantes. De todo lo que ve uno cada persona descubre lo que mejor le parece o interesa. Este verano, por Francia, me han quedado en la retina imágenes inolvidables y una pequeña "aventura" que pongo entre comillas porque no llega a ser más que un episodio minúsculo que sin embargo valoro como aventura por lo que de provecho le saqué personalmente. Les cuento: sal

Por Francia (I)

Este verano hemos estado recorriendo algunas regiones francesas: Bretaña, Normandía, los Países del Loira y, por supuesto, París. La intención era simple: salir unos días de España, disfrutar de las vacaciones y volver a sentir cómo es importante relativizarlo todo. Aeropuerto Charles de Gaulle Cuando se sale del país, todo lo que nos rodea como inmediato se convierte en algo menor, minúsculo, como las ciudades desde el avión. Los problemas locales, autonómicos y nacionales, se transforman en hormigas paletas o eso me parece a mí. Si lees la prensa del país que visitas o ves la televisión, compruebas que en todas partes hacen lo mismo. Es decir, parece que solo nos debe interesar lo cercano, lo local, lo de nuestro entorno. Lo mismo me ocurre con los libros. En Amboise Por eso es importante para mí leer novelas ambientadas y escritas en otros países o culturas. Sin embargo, me gusta mezclar todo lo que puedo. Si leo a algún autor español, como este verano a Garriga Vela, Ser

Centenario bélico

Como dije hace meses, este año 2014 es el primero que me suena a nuevo siglo, pero no es cierto. Cuando he reflexionado sobre el porqué de esta afirmación he descubierto que solo sé mirar al pasado, que a lo que me suena es a la guerra del 14, es decir, a la Primera Guerra Mundial, a la Gran Guerra. Este año se celebra el centenario de su inicio no con nostalgia sino con el objeto de recordar para no repetir, para no olvidar que somos capaces de cometer las mayores barbaridades inimaginables. No pertenezco al grupo de personas que, con la convicción de criticar la inhumanidad del hombre, defiende la benevolencia de los animales: que si un perro no haría eso, que si solo matan por alimentarse u otro tópico de ese estilo. No es necesario recordar a los depredadores, rapaces, carroñeros, parásitos y otros animales salvajes o educados para ser violentos que pueden llegar a la máxima crueldad, motivada o no. No olvidemos tampoco que nosotros somos un animal más, pero con la capacidad de

Reiniciar

Todos sabemos que, cuando tenemos algún problema con el ordenador, lo mejor es reiniciar. No siempre sale bien, pero por lo menos sentimos que estamos haciendo algo, que intentamos resolver el problema y dejamos de mirar con cara de atontado a la pantalla del ordenador. Ojalá pudiéramos hacer lo mismo cuando, por ejemplo, abrimos el capó del coche al que se le ha encendido algún piloto misterioso o ha decidido no arrancar. En el caso de este blog me he visto obligado a reiniciar las entradas. He conseguido soportar la obligación autoimpuesta de escribir algo todos los meses, lo que hacía que este acto voluntario se uniera al resto de compromisos y deberes de la vida corriente. No he escrito nada en enero y me siento perfectamente. La razón de este replanteamiento partió de la pregunta que me hice al final del año pasado: ¿para qué creé el blog? La respuesta es simple: para opinar de lo que me interesa y compartirlo con quien quiera leerlo, para no sentirme desplazado del mundo que