En todos los ámbitos de nuestra existencia se suelen sufrir malas rachas: en el juego, en la economía e incluso en lo personal. Hay libros de autoayuda (palabra recogida ya en la próxima edición del Diccionario de la Real Academia) que te quieren convencer, aprovechando el deseo de que esto sea verdad, de lo contrario: que las malas rachas no existen per se, sino que las provocamos nosotros mismos. Un problema de estos periodos no es recordarlos, ya que sirven siempre como aprendizaje, sino la imposibilidad de reconocer o adivinar su final mientras el desastre se desarrolla. Porque las malas rachas acaban, bien o mal, pero terminan. Otro problema de estas malas rachas es cuando se concatenan y las últimas hacen buenas a las primeras. En unos años recordaremos estos tiempos, este lustro o década, con cierta melancolía masoquista. Todos conocemos expresiones que tiñen de nostalgia tiempos pasados que, hablando en plata, fueron horrorosos y, sin embargo, algunos los recuerdan como
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