Lo típico de estos últimos días del año es hacer balance del mismo, pero eso es realmente algo subjetivo (cada uno cuenta la feria según...) ya que si solo somos objetivos podríamos afirmar que este año 2011 no ha sido uno de los mejores. Por tanto, yo me quedo con lo que más directamente me afecta: no me ha ido demasiado mal en lo personal aunque en lo económico y social las perspectivas son pesimistas. Para ello contaré una situación banal que viví esta semana navideña. Por un motivo que no viene al caso tuve que ir a una sucursal de un banco de la ciudad a realizar un ingreso. Al llegar a la misma me encontré con una cola enorme de personas que, como es costumbre en nuestra tierra, opinaban de todos los temas de actualidad a gritos y buscando en mi mirada cierta complicidad que rehusé con entrenada maestría. En la caja sólo había dando la cara una trabajadora que no llevaba un buen día, según pude percibir, ya que siempre terminaba contestando de mal humor a la mayoría de reproche
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