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Mostrando entradas de 2013

A propósito de La Araña

Llevo unas semanas en las que estoy asistiendo a actos o encuentros importantes para mí. El pasado 29 de noviembre disfruté del recital-presentación del libro A propósito de mi amigo y poeta Ángel Montilla. Como en anteriores ocasiones echamos un rato de literatura muy original: con canciones y poesías repletas de frescura, coplas y haikus. Estas presentaciones añaden a la lectura privada posterior, ya en casa y sin música, el revivir la voz del poeta, la luz y las sensaciones del acto, con lo que se añade a la poesía la verificación de que está viva y coleando. Días después, es decir, esta semana fui invitado también, en el Centro de Interpretación de los Yacimientos de La Araña, a una charla dentro de la actividad "Café con Ciencia" con Julián Ramos, director de los mismos, que nos ilustró sobre los neandertales, sobre su falsa barbarie y su evidente pensamiento abstracto. Hizo también un repaso del futuro sobre el pasado que nos ofrecen las cavidades del yacimiento. Tan

LEY O EDUCACIÓN

Llevo una temporada sin escribir en el blog replanteándome lo que debo hacer con él y en esto estaba cuando me he visto obligado a escribir aquí sobre mi trabajo. No era mi intención, pero la política actual me empuja a comentar la LOMCE o como se llame. Es deprimente volver a cambiar la ley de educación de este país a sabiendas de que no va a funcionar: unos afirman que no la aplicarán, otros que la derogarán. Estamos, como siempre, provocando conflictos sin resolver los anteriores: otro ejemplo del disparate que nos ha tocado vivir. Lo único seguro que nos ofrece esta ley, por tanto, –recordemos que es la séptima de la democracia– es que no va a servir para mejorar nuestro sistema educativo. Solo la defiende un partido que coyunturalmente maneja su mayoría absoluta con unos fines o compromisos ideológicos y electorales propios, como el resto de partidos españoles hasta ahora. Cuando le toque desaparecer del poder tendrá que depositarla en el cubo de basura de las leyes de educación

El cerebro por los pies

No sé si he contado antes lo que quiero contar. Si es así, pienso repetirlo porque me ha venido a la mente al leer la noticia que más me ha impactado esta semana. La Sociedad Económica de Amigos de País de Málaga cierra después de más de dos siglos (224 años) por falta de recursos económicos, valga la paradoja. Cuando era un adolescente y vivía cerca de la plaza de la Constitución, tenía por costumbre entrar en el viejo edificio de la Sociedad para visitar la exposición de turno: cuadros, esculturas, fotografías, en fin, un poco de todo. Evidentemente, no era el museo del Prado, ni falta que le hacía. Para mí era suficiente, aunque confieso que casi siempre estaba la sala demasiado tranquila o casi vacía, tal vez, eso era lo mejor: todo aquello parecía montado para mí y me permitía permanecer todo el tiempo del mundo. Se trata o se trataba –no sé qué tiempo emplear, la verdad– de la institución cultural y económica más antigua de la ciudad. Esas cosas no parecen importar en estos ti

Dependencia o independencia

La independencia no existe. Partamos de esta idea. Podemos desearla o luchar por ella pero no es posible alcanzarla en su totalidad. Se pueden lograr grados de libertad considerables o dejar reductos libres e independientes de cualquier situación o estado, pero no todo. ¿Por qué? Porque no existe ni persona ni país ni nación que no tenga que compartir, asumir responsabilidades o verse obligado a ceder parte de su autogestión. La independencia, o mejor dicho, el deseo de independencia es legítimo y comprensible. Es lógico querer hacer o decidir por uno mismo sin imposiciones, sin obligaciones, sólo acogiéndote a tus deseos u opiniones. Sin embargo, cada vez hay más personas dependientes. Con los años se percibe que el ser humano tras un periodo de mayor o menor grado de libertad individual vuelve a sus raíces, en las que necesitábamos de la protección de nuestros padres para poder andar, alimentarnos e incluso miccionar. Más adelante necesitamos también ayuda para ir al médico, par

Islas Canarias (II)

Uno de los rincones que más me gusta de Tenerife, del Puerto de la Cruz, es la playa de San Telmo que no son unas playas en el sentido mediterráneo o caribeño sino un espacio más o menos natural en el que se bañan los portuenses. Ahora andan con la típica polémica de renovar o conservar. Al parecer hay un proyecto de reforma que ha provocado protestas en las que el lema es "Salvemos San Telmo". Sobre ese tema tengo mi opinión pero creo que, por visitar la localidad de vez en cuando, no tengo derecho a meterme donde no me llaman. Sin embargo, debo admitir que siempre que visito la isla siento la necesidad de asomarme a este rincón canario. La primera vez que estuve allí fue durante el viaje de estudios organizado por el instituto cuando terminamos el bachillerato, el BUP de la época. Paseamos por el pueblo sin orden ni concierto, sin información previa ni preocupaciones, como deben hacerlo los adolescentes, y de pronto nos encontramos con el Mirador de San Telmo: un muro de p

Islas Canarias (I)

Cuando puedo ir de viaje busco lugares nuevos para aprovechar esa oportunidad y ver mundo, como se dice. Sin embargo, algunos veranos prefiero repetir paisajes o regiones. Las Canarias suelen ser las islas escogidas. No serán Ítaca ni las Seychelles pero significan algo importante en mi forma de vivir las vacaciones. En primer lugar, suelo buscar zonas donde puedo cruzarme con los paisanos. Hay algunas localidades canarias donde casi no se puede hablar en español, como en algunas playas de nuestra Costa del Sol. A mí me gusta, normalmente, el carácter insular canario tan lejano a otros más secos y fríos. No lo digo desde un punto de vista científico sino desde el callejeo y la vida cotidiana. No son mediterráneos ni arios y, es cierto, que me suelo cruzar con los canarios que viven del turismo. Sin embargo, busco playas o lugares frecuentados por los habitantes autóctonos; no sé, me sientan bien. De las siete islas ya he visitado cinco. Me quedan La Palma y El Hierro. Espero tener l

Baños del Carmen

Muchas veces nos vemos entre la espada y la pared, entre el egoísmo y el sentido común. Esto lo podemos trasladar a muchas situaciones. Vemos, por ejemplo, que algo está claramente mal, si lo analizamos objetivamente, pero otras veces, cuando nos afecta de manera personal, nos parece bien e incluso podríamos luchar  a muerte por ello. Los Baños del Carmen es un espacio curioso de la Málaga del siglo XXI. En la Costa del Sol, a poca distancia del centro de la ciudad, al final del Paseo Marítimo e inmediatamente antes de Pedregalejo y las playas del Palo, es decir en el meollo de la ciudad, nos encontramos con un espacio casi abandonado, una mezcla romántica moderna de ruina y naturaleza. Yo, egoístamente, desearía que se quedara así. No tengo motivos racionales sino personales. Llevo años yendo a jugar al tenis a sus primitivas pistas. En invierno, puedo darle golpes a la bola amarilla oliendo a Mediterráneo y escuchando cómo rompen las olas a cuatro o cinco metros de mi raqueta u obs

Errores y mentiras

Ya escribí un apunte sobre la mentira , pero hace unos días me encontré con un nuevo comentario en una de mis entradas antiguas, una sobre Pink Floyd, y he tenido que volver con el tema. Se trataba de un error mío, por supuesto. Estaba tan pendiente de lo que quería contar sobre Syd Barrett , que confundí una canción concreta con otra: en lugar de "Bike" escribí "If". Las dos son de finales de los sesenta pero de distinto disco y autor. El error ha estado en mi blog, en la red y en mi ignorancia durante más de año y medio. Nadie se había dado cuenta, ni yo mismo. Seguro que hay más errores en mis entradas, ¡qué le vamos a hacer! En el fondo me parece un error sin importancia que, en realidad, no afecta mucho a lo que en aquel momento quería contar. Mi comentarista "anónimo" lo califica de craso. El general romano Marco Licinio Craso cometió un error militar buscando la gloria: confió en un espía que lo engañó, por eso perdieron la vida veinte mil hombre

Feria, ¿qué feria?

Mi primera experiencia como comprador de libros se remonta a los años setenta. Era una compra sin dinero. Mi padre me ofrecía la Feria del Libro en el Parque de Málaga y yo solo tenía que escoger. Durante mis primeros años me dirigía siempre a la misma colección: "Mini-Infancia" de Bruguera. Unos pequeños tomos de cuentos que sumaban a los textos y los dibujos un truco para mí mágico en aquellos años: una animación de algún personaje que parecía moverse al pasar con rapidez las páginas y si se fijaba la atención en la parte superior derecha del libro. Eran más que cuentos. Desde esa época no he dejado de visitar la Feria del Libro, todos los años. En la última edición del presente mes de mayo se ha trasladado al Palmeral de las Sorpresas. Oficialmente, el balance es perfecto: nueva ubicación con futuro y un diez por ciento de incremento en las ventas, tal y como están las cosas. Otra visión puede ser más subjetiva: es la percepción del evento desde mi propia experiencia.

Despedida de un amigo

Lo que siento me impide expresar lo que siento. Lo inefable es así. Hay temas que debe uno tratar y, sin embargo, se teme tocar o son imposibles. Me duele hablar o escribir en estos casos porque pienso que cualquier cosa que diga es insuficiente, inexacta e incluso una falta de respeto. Pero necesito desahogar mis sentimientos y pienso que no es imprescindible nombrar, concretar; no puedo, tal vez. Hay amigos de distinto tipo. La amistad es difícil o fácil. Todo depende de quién es tu amigo, de su carácter, de la voluntad de serlo. Hay personas que son amigos sin tapujos, sin hipocresía, sin dobleces; en cambio, hay otros interesados o falsos. Hay viejos amigos e incluso para toda la vida. Hay amistades que necesitan el día a día, el contacto directo y otras que soportan la distancia y el tiempo. Tras meses o tras años se pueden retomar las conversaciones con un tono parecido y compartiendo las mismas complicidades y bromas. Los medios de comunicación actuales me han facilitado l

La Lechera

Hay cosas que no tienen importancia hasta que de pronto la tienen. Como, por ejemplo, el hecho de que el otro día en clase mis alumnos me preguntaran por qué no estaba en el diccionario el término "tuit" y yo les hablara de modas efímeras como el cederrón que casi nadie usa y que aparece en el diccionario o ese "chatear" que se recoge ya en el de la Real Academia Española (RAE), en su versión de internet , como avance de la vigésima tercera edición. Seguramente, cuando aparezca publicado el nuevo diccionario en papel, esta palabra haya perdido su vigencia o su sentido o puede que nadie chatee sino que "guasee"o lo que sea. Sin embargo, nadie del grupo entendió que un personaje de una obra de teatro, mientras elucubraba sobre las optimistas posibilidades de su futuro incierto, rompiera una lechera. Algunos, tras miles de pistas e insinuaciones mías, recordaron un cuento que les costó reconstruir y muy pocos se acordaron que años atrás leyeron, conmigo como

Las protestas

El ser humano está siempre protestando y, normalmente, con razón. Si no lo haces, te dejas avasallar y humillar, pero si abusas de la misma acción, el efecto deseado se diluye en el día a día. Estamos viviendo una época de protestas, de "escraches" –qué poco me gusta la palabrita–, de manifestaciones y acciones que persiguen movilizar al ciudadano y presionar a los poderes políticos o económicos para que reaccionen, en fin, para demostrarles que no tienen carta blanca ni legítima ni ilegítima para mangonearnos y despreciar a los que aparentemente parecemos más débiles. Sin embargo, hay que ponerlo todo en duda, hasta esto. Recordemos la primavera árabe, la esperanza que trasmitía y el seguimiento machacón que le hicieron los medios de comunicación. Recuerdo que todas las cadenas de televisión o radio realizaron programas especiales en al plaza Tahrir en El Cairo, parecía que estaba todo resuelto con unirnos a las protestas. Y ahora estamos nuevamente en primavera, mientras

Incomunicación

Un mundo de autómatas me espera en la calle. Ayer tarde, al salir de mi portal, me encontré con un río de gente que andaba mirando seriamente la pantalla de sus "smartphones" o lo que fuese y no respondían a ningún estímulo exterior, como era mi humilde presencia. Fui arrollado por una chica que tras chocar conmigo, insignificante obstáculo, sin mirar tan siquiera, supo esquivarme y proseguir su marcha tecleando obsesivamente en la pantalla del móvil. No esperaba una disculpa ni siquiera una sonrisa cómplice, pero me quedé con las ganas de algún gesto de desprecio, al menos. Indiferencia absoluta, solo eso, es lo que recibí. Un poco más allá, sentados en un banco de mi calle, había tres jóvenes que reían, que ya es algo, y señalaban no sé qué en la pantalla del "iphone" de uno. Duró poco. Cuando volvía de comprar el pan y un trozo de bizcocho casero, estaban los mismos sumidos en su propia red, cada uno tecleaba su mensaje o "post" o "whatsapp",

"España, el furgón de cola"

Cuando era estudiante de bachillerato y se acababa de sancionar y publicar la Constitución, nuestro profesor de Literatura de 2º de BUP, un vallecano calvo e inteligente, solía regalarnos, afectado por la política de aquellos tiempos, una metáfora indignada: "España, el furgón de cola" y, a continuación, compartía con vehemencia desconocida para nosotros sus reflexiones sobre la actualidad nacional del momento. Era un idealista heredero del mayo francés del 68 que admiraba a Moustaki y que marcó definitivamente mi futuro universitario y laboral. No sé nada de él desde entonces, pero no olvido su desesperación ante la imposibilidad de mejorar España, ante el retraso intelectual del país. Si hablara con él hoy en día, creo que sentiría nostalgia por las ilusiones perdidas y respeto por los representantes políticos de aquel momento. No eran perfectos: muchos se mudaron de chaqueta o cambiaron sus promesas, algunos impusieron condiciones o lastres imposibles, otros lo han

El sentido de un final

Vuelvo al blog para hablar de una novela. Pero antes quiero reflexionar sobre lo que se lee y lo que se puede leer. Desde el verano decidí que era el momento de afrontar lecturas aplazadas por el excesivo, según mi opinión, número de páginas. Las trilogías publicadas en un volumen encabezan ese reto difícil para mí. Ya he dicho en otras entradas y en otros lugares que lo que no se cuenta en menos de trescientas páginas me cansa y aburre y que el deseo de terminar de una vez la dichosa lectura se convierte en más importante que lo que ocurre en la trama. Por eso comencé con la Trilogía de Depford de Robertson Davies pero me leí solo el primero libro, El quinto en discordia , que me resultó una lectura magnífica y por ello decidí abandonar los otros dos para más tarde y así no odiarlos. Los tengo a la espera de que llegue el momento de continuar. Después empecé a leer 1Q84 de Murakami, libros 1 y 2. He dejado el Libro 3 para cuando se me pase el agotamiento de las otras partes. Advier