Ir al contenido principal

Sobre la estupidez

Llevo varias semanas sin escribir en el blog un poco desbordado por el trabajo y los acontecimientos políticos. En el segundo caso, he comprobado que no por mucho madrugar amanece más temprano, es decir, que las prisas para tomar el poder eran evidentemente una estupidez. Lo mejor para calmar los nervios es simplemente relajarse y eso hemos hecho. Sin embargo, otros acontecimientos culturales o mejor dicho anticulturales me han animado a escribir esto.
El primero fue la declaración de "guerra contra la estupidez" que el escritor británico Philip Pullman hizo durante una conferencia nacional en defensa de las bibliotecas británicas tras la noticia de que seiscientas de ellas van a ser cerradas gracias a los recortes del actual gobierno de Cameron. El segundo acontecimiento anticultural lo leí en  http://www.elmundo.es/elmundo/2011/12/14/cultura/1323863102.html : la "Revista de Libros" cierra porque la Fundación Caja Madrid ha decidido acabar con ella por la crisis tras quince años de publicación. Este es otro de los pasos que nos llevan a la estupidez contra la que quiere luchar Philip Pullman.
Recuerdo que de pequeño en mi casa no teníamos ninguna biblioteca familiar sino un minúsculo número de libros guardados en cajas polvorientas y húmedas que descubrí siendo adolescente e intenté salvar. Mi contacto con la lectura vino realmente gracias a las bibliotecas públicas: la de la Diputación de Málaga y la de la Casa de la Cultura, ese edificio ya desparecido que se alzaba sobre las ruinas del Teatro Romano en otro ejemplo de la "riqueza cultural" de nuestros predecesores.
La estupidez solo tiene realmente un problema y es que es contagiosa y atractiva: no pensar es cómodo y te libera del mal humor de descubrir que tras tanta palabrería económica o presuntamente política se esconden otros defectos o pecados, llámense como se quiera, de nuestra naturaleza humana: la codicia, el egoísmo y la mentira.

Comentarios

Entradas populares de este blog

Opiniones

Lo mejor que tiene publicar un libro es recibir luego del lector su opinión. Mi agradecimiento en este caso está basado en que alguien se moleste en leer mi novela y le merezca la pena perder tiempo de su valiosa vi da en darme su parecer. Tras la publicación de Uvas negras y las presentaciones consiguientes, ahora es el momento de repasar las opiniones de los lectores. La gran mayoría son muy positivas, lo cual me llena de satisfacción. Con todas las valoraciones, sean cuales sean, logro siempre algún beneficio para mi labor de escritor. Muchas veces recibo interpretaciones que van más allá de lo que yo creía o pretendía conseguir y esto me hace reinterpretar mi propia obra, me enriquece por tanto. Como he dicho, modestia a parte, en general, las críticas son excelentes. Por ejemplo, en la web de Agapea me he encontrado con el comentario de dos lectoras que elogian mi novela y la han valorado con la máxima puntuación. En muchos casos he tenido la posibilidad de hablar dire...

Uvas negras (I)

Con la edición de mi cuarta novela, Uvas negras , quiero empezar con una serie de entradas basadas en los títulos de mis narraciones. Esta novela, en concreto, ha sido publicada por  Plumágica Editoria l (#soyplumagica), a la que agradezco con sinceridad su dedicación y confianza. Pocas veces he visto tanta profesionalidad y buen hacer en una empresa de este sector. Explicar los títulos de mis novelas siempre me provoca dudas y miedo. Dudas porque no es el título lo más importante de la novela, aunque es cierto que es una parte clave de la edición de cualquier obra, y miedo a revelar demasiado de su contenido. Yo soy de los que leo los prólogos o preámbulos después de terminar el libro. No me gusta que otras interpretaciones condicionen las mías. Uvas negras es la novela que más tiempo he tardado en dar por terminada de todas las escritas. Ha sufrido muchos avatares personales, familiares y creativos. Desde mi última publicación, El cráneo de la Araña , han pasado si...

El viaje

Viajar siempre nos provoca algo. Cuando pisamos un aeropuerto, una estación; cuando recorremos carreteras comarcales, autovías, carriles y avenidas, reconocemos nuestra esencia nómada, nuestra necesidad de viajar. Hay viajes simbólicos, iniciáticos, últimos... El motivo que justifica un viaje puede ser simplemente ver mundo o buscar trabajo, ya que no lo encontramos en nuestro entorno. Pero, admitámoslo, la mayoría viaja para huir, para evadirse. Los románticos deseaban viajar a lugares exóticos que les alejara de la realidad, que les hiciera creer, lejos de lo tangible, en sus ideales frustrados, querían evadirse de esa realidad; otros han buscado en lo oriental, en lo lejano, la belleza, la estética que su cercanía les negaba o algo que les confirmara su sensibilidad o existencia. Normalmente, buscamos excusas para alejarnos de nuestra casa, de nuestra trabajo, de nuestra familia, en fin, de la rutina, las obligaciones y su hastío. Odiseo viajó por motivos bélicos o adúlteros,...