
Creo que uno de los problemas puede estar ahí. En realidad, nada de lo que vi en la exposición me llamó la atención ni me sorprendió, aunque se anunciaba en el folleto informativo que me dieron en la entrada, como "la historia jamás contada". No quiero decir con esto que sea un experto en este tema sino simplemente que soy algo curioso.
Lo primero que me decepcionó fue que todo parecía demasiado simple, debido seguramente a la tendencia actual a que la divulgación de ciertos temas culturales, artísticos o científicos se quiera hacer tan divertida, tan amena, con el objeto de que llegue a todo el mundo, que finalmente parece mentira. Tenemos miedo a que cualquier tema que no sea entretenido, que no capte la atención rápidamente, no llegue a alcanzar su objetivo de enseñar e informar. Por ello todo parece ridículo, falso, de cartón piedra, vamos.
Pongo un ejemplo: hay una sala en la que nos encontramos con un esqueleto presentado como si fuera objeto de la típica autopsia de esas series norteamericanas de televisión de tanta audiencia, que presentan la muerte como un mal menor apasionante y divertido, porque finalmente se descubre al criminal, que es lo importante, a diferencia de lo que ocurre en la realidad.
En segundo lugar, tengo que admitir que una falta de ortografía en uno de los textos que aparecían en la moderna pantalla plana, donde se estudiaban los daños que causaron la muerte del supuesto cadáver que envolvió la Sábana, me tiró por tierra los argumentos científicos. Inmediatamente pensé que un estudio tan sesudo que no detecta una falta de ortografía tan evidente no me convence al intentar resolver uno de los misterios más importante del catolicismo. Tal vez, prejuzgaba con demasiada frivolidad, pero así funciona muchas veces nuestra mente. Un pequeño error puede estropearlo todo. Si lo dudan, pregúntele al que se está cargando Europa con sus calificaciones y su moneda "única": un sinfín de errores.

Pero todo salió mal conmigo esa mañana en la Catedral, porque, cuando volví a la luz de la calle, creía menos que al entrar. Me sentí estafado: por el precio, la obligación de pagar la audio guía, por el montaje inverosímil de la exposición y por la realidad que me esperaba en el telediario. Y hoy me pregunto: ¿qué hago yo distraído con sábanas y autopsias falsas mientras me están robando la cartera?
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