
En el caso de este blog me he visto obligado a reiniciar las entradas. He conseguido soportar la obligación autoimpuesta de escribir algo todos los meses, lo que hacía que este acto voluntario se uniera al resto de compromisos y deberes de la vida corriente.
No he escrito nada en enero y me siento perfectamente.
La razón de este replanteamiento partió de la pregunta que me hice al final del año pasado: ¿para qué creé el blog?
La respuesta es simple: para opinar de lo que me interesa y compartirlo con quien quiera leerlo, para no sentirme desplazado del mundo que me rodea y que bulle por redes sociales, mensajerías y blogs como este.
Después de recibir más de doce mil visitas comprobé que casi nadie lee las entradas que más me interesan a mí: las relacionadas con los libros que leo o con temas más o menos culturales y son las que tienen títulos llamativos entre comillas las más visitadas: Basura, Poner en la picota, Restauración,…
Lo cual me lleva a la conclusión de que casi nadie lee la entrada sino que se conforma con el título y me parece bien, que quede claro.
Sin embargo, he decidido reiniciar estas publicaciones en un año que por primera vez me suena a siglo nuevo de verdad. Pero este es otro tema, el de otra entrada: la próxima.
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