
No pertenezco al grupo de personas que, con la convicción de criticar la inhumanidad del hombre, defiende la benevolencia de los animales: que si un perro no haría eso, que si solo matan por alimentarse u otro tópico de ese estilo. No es necesario recordar a los depredadores, rapaces, carroñeros, parásitos y otros animales salvajes o educados para ser violentos que pueden llegar a la máxima crueldad, motivada o no. No olvidemos tampoco que nosotros somos un animal más, pero con la capacidad de ser extremadamente retorcidos al poder premeditar nuestras maldades.
Las guerras son difíciles de celebrar o conmemorar. En estos hechos históricos nos sentimos atraídos muchas veces por el cómputo de las víctimas y sus malsanas comparaciones con conflictos anteriores o posteriores, o por la confirmación de que somos capaces de extremar nuestras inversiones imaginativas, científicas y económicas con fines bélicos: aviones, dirigibles, submarinos, tanques, lanzallamas, gases mortíferos, etc.

La guerra no llega a más, es decir, a ser nuevamente mundial, por motivos que no son pacifistas sino interesados. Y estos tienen un límite indefinido. Miremos ahora hacia Ucrania, Palestina, Siria, República Centroafricana, etc.
Ahora quiero leerme Adiós a las armas de Hemingway, enmarcada en la guerra del 14, y acabo de terminar Operación Dulce de McEwan, ambientada en la Guerra Fría. El tópico literario que enfrentaba la pluma a la espada siempre ha acabado adaptándose y está bien: "Si no puedes con tu enemigo, únete a él".
Me alegro de que hayas vuelto. Se te echaba de menos. Parece que los centenarios tienen un especial atractivo. Y, si son bélicos, se les une algo de morbo. Yo me he leído recientemente "14", de Echenoz, y tengo en lista de espera "Nos vemos allá arriba", de Lemaitre, así como, para su relectura, "Adiós a las armas", de Hemingway.
ResponderEliminarQue la siguiente entrada no se haga esperar tanto.
Esa es mi voluntad. Un saludo.
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