
Sin embargo, hoy vuelvo con la intención de recuperar algunas cosas de mi viejo blog. Me gustaría en esta nueva etapa centrarme especialmente en los libros leídos o publicados y en mis aficiones o preocupaciones personales.
Hoy, en principio, he decidido que la mejor manera de regresar es escribiendo sobre un tema al que llevo mucho tiempo dándole vueltas: la memoria. Ha sido siempre un asunto recurrente en mis novelas y lo busco de manera reiterada al elegir mis lecturas.

Porque el presente, como ya sabemos, está tan próximo que no conseguimos verlo con nitidez hasta que nos alejamos, como nos ocurre con las obras pictóricas que merecen la pena o, como mínimo, un buen rato de admiración. La perspectiva y las prioridades mueven el mundo, según mi opinión. Por eso cuando escribo o leo, prefiero irme al pasado ya que me resulta demasiado fría, real e insulsa la actualidad, al tenerla tan cerca.
Es curioso, no obstante, que tengamos tanto miedo, a veces, a recordar. Puede ser porque nos avergonzamos de lo que hicimos y no se nos ocurre otra manera de superar este trauma que olvidando. O puede simplemente que nos duela recordar y por ello decidamos sortear o driblar los asuntos pasados para no sufrir más de la cuenta. Evidentemente, no son respuestas cómodas, dentro de lo que cabe, pero si fáciles. Nunca olvidaremos, en realidad, los errores ni podremos con sinceridad superar los recuerdos dolorosos de forma tan simple, sin embargo, mientras esta cierta evasión nos calme, sede o alivie como un ansiolítico genérico, somos más "felices".
Según mi opinión, ante algo que me avergüence, después de un tiempo de bochorno, lo mejor que intento hacer es afrontarlo y reconocerlo, sobre todo ante mí mismo, por ello frente a los malos recuerdos, la elección, en mi caso, sería la aceptación de la memoria. A mí me suele funcionar.
Eso sirve en casos particulares pero también debería funcionar en general. La memoria histórica, por ejemplo, sigue siendo una enfermedad mal diagnosticada y, de momento, incurable en nuestro país. La postura que solemos tomar parte de un paliativo, la amnesia, que no sana ni siquiera el falso orgullo de algunos ni la fingida humildad de otros.
Tal vez todo se solucionaría, como intento hacer yo, reconociendo nuestros errores y dejando que los que lo necesitan, sean quienes sean, recuperen algo de la dignidad que les arrebataron. Puede que baste solo con eso.
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