Algunos de los seguidores de este humilde blog me han preguntado por mi silencio y no he podido decirles la verdad. He justificado mi ausencia con los problemas informáticos que me aquejaban ya a finales de agosto o a los conflictos típicos de la vuelta al trabajo, pero, en realidad, el motivo es más simple y difícil de explicar. La causa es... mi creciente pesimismo, mi decepción generalizada. En mi entrada "Basura" ya expresaba este metafórico estado, hoy no puedo andar con rodeos.
Mientras que escribo estas letras alguien está negociando la intervención de mi país y, por consiguiente, de mi vida. No veo reacción política o social alguna que proponga una solución verosímil ni siquiera una esperanza. Y si miro más allá de nuestras fronteras, lo que recibo es más pesimismo y desilusión.
Pienso que todo puede ir mucho peor cuando recuerdo que el ser humano ha demostrado su capacidad para recuperar sus más miserables instintos cuando se trata de salvar el pellejo o de vengar cualquier ofensa –que conste que siempre hay personas altruistas o filantrópicas y, por tanto, excepcionales que intentan hacer algo por los demás–. Todos los días se condena a muerte, se destruyen vidas, se tortura, se veja, oprime y asesina en nombre de cualquier cosa: dioses, bolsillos, patrias o ideas.
No confío en nadie y esta atmósfera, que me persigue, va creciendo poco a poco.
Oigo soluciones revolucionarias sin pies ni cabeza y justificaciones inverosímiles, veo rostros desesperados por la contingencia del futuro y ojos ambiciosos que vislumbran alguna ventaja tras la desgracia ajena. El ser humano no es ni ha sido bueno, no creo en la bondad natural que defendía Rousseau.
Sin embargo, escribir esto me ha sentado bien. Tal vez me estoy dejando llevar por un pesimismo, por un miedo que benefician a los artífices del caos, como le oí decir a José Luis Sampedro. No voy a dales la razón. Seguro que hay salida... Espero.
Mientras que escribo estas letras alguien está negociando la intervención de mi país y, por consiguiente, de mi vida. No veo reacción política o social alguna que proponga una solución verosímil ni siquiera una esperanza. Y si miro más allá de nuestras fronteras, lo que recibo es más pesimismo y desilusión.
Pienso que todo puede ir mucho peor cuando recuerdo que el ser humano ha demostrado su capacidad para recuperar sus más miserables instintos cuando se trata de salvar el pellejo o de vengar cualquier ofensa –que conste que siempre hay personas altruistas o filantrópicas y, por tanto, excepcionales que intentan hacer algo por los demás–. Todos los días se condena a muerte, se destruyen vidas, se tortura, se veja, oprime y asesina en nombre de cualquier cosa: dioses, bolsillos, patrias o ideas.
No confío en nadie y esta atmósfera, que me persigue, va creciendo poco a poco.
Oigo soluciones revolucionarias sin pies ni cabeza y justificaciones inverosímiles, veo rostros desesperados por la contingencia del futuro y ojos ambiciosos que vislumbran alguna ventaja tras la desgracia ajena. El ser humano no es ni ha sido bueno, no creo en la bondad natural que defendía Rousseau.
Sin embargo, escribir esto me ha sentado bien. Tal vez me estoy dejando llevar por un pesimismo, por un miedo que benefician a los artífices del caos, como le oí decir a José Luis Sampedro. No voy a dales la razón. Seguro que hay salida... Espero.
Yo sí creo en una bondad inherente a la condición humana, querido Jofran, y no por razones éticas sino porque si realmente fuéramos tan hobbesianos como el establishment nos quiere hacer creer que somos, en estos momentos alguna otra especie estaría estudiando los fósiles de la nuestra.
ResponderEliminarSoplan tiempos difíciles y extraños, es cierto. Pero de peores hemos salido.
Un abrazo y gracias por mantener el blog.
No estás sólo en tu pesimismo. Es tan generalizado... A mí también me cuesta creer en la bondad del ser humano (últimamente), y no necesito consultar la prensa o la televisión. Me basta con acudir a una reunión de la comunidad de vecinos o de la Asamblea de la Asociación de padres. Pienso que si a estos niveles ya nos hacemos tanto daño que nos cabe esperar cuando de lo que se trata es de asuntos históricamente beligerantes.
ResponderEliminarTambién es cierto que probablemente hayamos llegado a esta conclusión influenciados por la situación que nos está tocando vivir, pero Jofran, como dice Tico (y con su permiso) de peores hemos salido. Si generaciones anteriores a la nuestra lo han conseguido, nosotros no seremos menos y lo veremos.
Un abrazo