Cuando uno paga algo, te puede parecer caro, barato, un chollo o simplemente el precio justo, sin embargo, si te lo quitan, te parece un robo. De pequeño me atracaron algunas veces, creo que era una pieza fácil e inocente: me quitaron una cazadora, una medalla... Yo me contentaba con que no me pasara nada físico: un golpe, un navajazo, lo típico. Ahora es más difícil que me asalten por la calle, no porque sea más valiente ni tenga aspecto agresivo, sino porque con los años se va imponiendo respeto por las canas y poco a poco atrae uno menos la atención y el interés del ladrón, hasta que seamos ancianos y se cierre el círculo.
Hay otras formas de hurto, evidentemente más sutiles pero que te dejan también la cara de tonto típica de la víctima. Recientemente, me he sentido "estafado" por algunos rateros impersonales. Mi banco, que incluso me pidió la firma para ratificar su usura y que yo rubriqué con alegría y pensando estúpidamente que la entidad bancaria se preocupaba por mis intereses, es un buen ejemplo. Estuve varios años pagando sus intereses, valga la redundancia, por encima de lo que debía y la respuesta a mis quejas fue la constatada aprobación por escrito del robo en varios documentos ratificados por mí.
Ahora les toca robarme a las administraciones públicas. Mi cuenta y mi nómina están abiertas para que todo el que pase coja lo que quiera, lo autorice o no su supuesto propietario.
Pero hoy tengo dos preocupaciones complementarias.
La primera es saber adónde han ido mis ingresos sustraídos, en qué se ha gastado el banco los intereses pagados y la administración lo que ha "tomado prestado" de mi sueldo, es decir, dónde están mi chaqueta y mi medalla. Me imagino a algún accionista moviendo mis euros en la bolsa de Tokio y perdiéndolos sin despeinarse en valores de dudosa rentabilidad o a un típico secretario general adjunto a orillas de un lago romántico comiéndose un bocadillo de queso belga que ha comprado con parte de mi paga extra, por no tener tiempo para ir a almorzar a su residencia en las afueras de Bruselas, el pobre.
¿Dónde está mi dinero? ¿Qué se ha resuelto con mi "desinteresada" colaboración? ¿Cómo hemos mejorado gracias a los recortes salariales del 2010?
La otra cosa que me preocupa es que estoy seguro de que no hemos llegado al límite. Esperamos que "los mercados" confíen en nosotros pero todos sabemos que no podemos fiarnos ya de nadie y que, como dijo Rajoy ayer, no tenemos libertad ni somos soberanos.
"Y teniendo yo más alma, / tengo menos libertad." decía Calderón del Barca a través de Segismundo. Esto parece una pesadilla.
Hay otras formas de hurto, evidentemente más sutiles pero que te dejan también la cara de tonto típica de la víctima. Recientemente, me he sentido "estafado" por algunos rateros impersonales. Mi banco, que incluso me pidió la firma para ratificar su usura y que yo rubriqué con alegría y pensando estúpidamente que la entidad bancaria se preocupaba por mis intereses, es un buen ejemplo. Estuve varios años pagando sus intereses, valga la redundancia, por encima de lo que debía y la respuesta a mis quejas fue la constatada aprobación por escrito del robo en varios documentos ratificados por mí.
Ahora les toca robarme a las administraciones públicas. Mi cuenta y mi nómina están abiertas para que todo el que pase coja lo que quiera, lo autorice o no su supuesto propietario.
Pero hoy tengo dos preocupaciones complementarias.
La primera es saber adónde han ido mis ingresos sustraídos, en qué se ha gastado el banco los intereses pagados y la administración lo que ha "tomado prestado" de mi sueldo, es decir, dónde están mi chaqueta y mi medalla. Me imagino a algún accionista moviendo mis euros en la bolsa de Tokio y perdiéndolos sin despeinarse en valores de dudosa rentabilidad o a un típico secretario general adjunto a orillas de un lago romántico comiéndose un bocadillo de queso belga que ha comprado con parte de mi paga extra, por no tener tiempo para ir a almorzar a su residencia en las afueras de Bruselas, el pobre.
¿Dónde está mi dinero? ¿Qué se ha resuelto con mi "desinteresada" colaboración? ¿Cómo hemos mejorado gracias a los recortes salariales del 2010?
La otra cosa que me preocupa es que estoy seguro de que no hemos llegado al límite. Esperamos que "los mercados" confíen en nosotros pero todos sabemos que no podemos fiarnos ya de nadie y que, como dijo Rajoy ayer, no tenemos libertad ni somos soberanos.
"Y teniendo yo más alma, / tengo menos libertad." decía Calderón del Barca a través de Segismundo. Esto parece una pesadilla.
Es cierto Jofran, sólo matizar que para muchas familias no "parece", sino que "es" una auténtica pesadilla. Esto nos está sobrepasando...
ResponderEliminarSe agotan las palabras para nombrar, y uno -asaltado, engañado y despreciado- se pregunta qué hay después de ellas. ¿No hacer nada? ¿Y qué se debe pensar de quienes nada hacen cuando les roban?
ResponderEliminarPablo.