Hay gente que busca el miedo, que va al cine a que le den un buen susto, por ejemplo. Muchas veces no es necesario salir de casa para sentir la angustia que provoca el terror, tan solo con mirar las facturas de la luz o las del IBI nos recorre por todo el cuerpo el temor de pagarlas o a que sigan subiendo.
En los próximos días recorrerá el mundo un falso terror divertido que suplanta el miedo a la muerte. Con la fiesta de Todos los Santos (o el Halloween celta para los más jóvenes) se pretende espantar espíritus malignos, pero no olvidemos que la maldad no se puede ahuyentar, ya que es mucho más material de lo que desearíamos.
El miedo es una sensación primitiva fácil de manejar por el que lo provoca. El pánico es un arma de coacción y muchas veces es insuperable.
Tenemos miedo a volar, al dolor, a la oscuridad, a los espacios cerrados o abiertos e incluso a ganar; en fin, nos aterroriza cualquier cosa.
En muchos casos se nos quiere convencer de que disfrazando el terror puede llegar a ser simpático, pero si se consigue, ya no es miedo sino una tontería travestida de bruja o de calabaza.
Podríamos incluso discutir si el miedo se aprende o es producto de nuestro subconsciente, sin embargo, la sensación de peligro es contagiosa y terrible cuando supera los límites de lo racional.
La semana próxima es para mí un periodo también de temor lógico del que no me avergüenzo, como tampoco lo hago de mi pavor, cada vez menor, a los aviones. Si ante el miedo me descubriera riendo, sentiría espanto al verme tan ridículo.
En los próximos días recorrerá el mundo un falso terror divertido que suplanta el miedo a la muerte. Con la fiesta de Todos los Santos (o el Halloween celta para los más jóvenes) se pretende espantar espíritus malignos, pero no olvidemos que la maldad no se puede ahuyentar, ya que es mucho más material de lo que desearíamos.
El miedo es una sensación primitiva fácil de manejar por el que lo provoca. El pánico es un arma de coacción y muchas veces es insuperable.
Tenemos miedo a volar, al dolor, a la oscuridad, a los espacios cerrados o abiertos e incluso a ganar; en fin, nos aterroriza cualquier cosa.
En muchos casos se nos quiere convencer de que disfrazando el terror puede llegar a ser simpático, pero si se consigue, ya no es miedo sino una tontería travestida de bruja o de calabaza.
Podríamos incluso discutir si el miedo se aprende o es producto de nuestro subconsciente, sin embargo, la sensación de peligro es contagiosa y terrible cuando supera los límites de lo racional.
La semana próxima es para mí un periodo también de temor lógico del que no me avergüenzo, como tampoco lo hago de mi pavor, cada vez menor, a los aviones. Si ante el miedo me descubriera riendo, sentiría espanto al verme tan ridículo.
Qué descripción más precisa del ridículo festejo que se avecina. Gracias, como de costumbre, por tan juiciosa claridad.
ResponderEliminarPablo.