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Sobre las asambleas

      
En la antigua Atenas se articuló la democracia directa a través de la Asamblea (Ekklesia) en la que participaban todos los habitantes que tenían derecho (se excluía a mujeres y extranjeros). Existían instituciones, como el Consejo o los Tribunales, cuyos miembros se seleccionaban mediante sorteo y siguiendo el principio de rotación en los cargos. Este modelo ha sido valorado por muchas corrientes políticas como el prototipo de la democracia y se parece a lo que estamos viendo en muchas plazas principales del país.
La experiencia se ha repetido en distintos periodos y países, por ejemplo en la Roma republicana o en las comunas medievales islandesas.
No hay nada nuevo.
Durante la campaña electoral, cuando todo empezó, era difícil no mostrarse de acuerdo. Se trataba de gente que sale a la calle de manera espontánea a decir que sí le interesa lo que ocurre en su país o en el mundo, pero que no confían en los políticos ni en el sistema y que desean denunciar a los culpables de la crisis y lamentar las víctimas. Esto nos empuja a la solidaridad de los que pensamos algo parecido.
Sin embargo, ahora qué. En la antigua Atenas la democracia directa funcionó durante un par de siglos, en una ciudad estado de no más de 45.000 atenienses con capacidad de decidir. En las plazas ¿qué hacemos? ¿A quiénes representan? ¿A los miembros de las asambleas, a todos los madrileños o a los millones de españoles?
¿Se desmantelan las tiendas?, ¿se disuelven?, ¿se organiza un partido asambleario?, ¿se convoca una macro-asamblea estatal o internacional?
No debe haber líderes, no se deben adscribir a ningún partido, porque, de una manera u otra, todos los políticos participan de un sistema agotado.
Tal vez la respuesta esté en la Historia. Todo desembocó en la democracia representativa, es decir, la que tenemos.
Esperemos que este nuevo intento de democratizar la democracia dé nuevos frutos o injertos. Habrá que echarle imaginación.

Comentarios

  1. Suscribo todos los comentarios que has hecho en esta entrada: me parece una reflexión muy sensata. Gracias por compartirla, y un abrazo.
    Pablo.

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