Ir al contenido principal

Viaje a Polonia (I)

Hace una semana estaba atravesando a esta hora un bosque polaco de la vieja Prusia. Decidí escuchar a Kraftwerk en alemán. Pensé que me entrarían ganas de tomar Varsovia, como a tantos otros, pero solo me dieron ganas de mover el pie derecho al ritmo de la música. No hay belicismo en esa música, tal vez tampoco en Wagner. Polonia tiene el defecto de ser el centro de Europa y ha sido la víctima ideal para que sea machacada por todos lados.
He visto iglesias destruidas, como la del castillo de Malbork, ciudades reconstruidas para que los nietos de los que demolieron sus edificios puedan venir a pasar sus vacaciones admirando la capacidad de renacer de los polacos. Una historia repleta de invasiones y mala uva. Al polaco le quedan dos respuestas: el resentimiento y la venganza u olvidar los errores a través del nacionalismo obsesivo.
Ya sé que ni soy polaco ni he vivido nada parecido: cuando yo nací, todo a mi alrededor llevaba en pie muchos años. Sin embargo, sí he heredado ciertos resentimientos y percibo la ceguera en mi entorno.
En mis viajes por la Europa central o flamenca siempre alguien me comenta que puedo pasar por uno de ellos. El color de mi pelo y de mis ojos no delatan mi origen andaluz, no obstante hay algo primigenio, casi del génesis propio que me enraíza con estos pueblos. Me siento latino y prefiero el sol a la lluvia, pero ellos también, si no hagan una encuesta por las playas de Torremolinos. Me gusta nuestra comida y nuestra cultura: arte, literatura, y la siento latir por mi sangre y mi lengua cuando pronuncio los fonemas del español que me sirven para comunicar lo que pienso; pero hay algo en estos pueblos europeos que me hacen sentir uno de ellos: el tono de voz, su aparente modestia, su pulcritud y prudencia.
No puedo olvidar, sin embargo, que fueron ellos mismos los que dinamitaron Varsovia y encerraron en campos de concentración a sus vecinos. Recordemos que hace unas semanas un escandinavo aparentemente pulcro y prudente asesinó a varias decenas de compatriotas en la perfecta Noruega.
¿Hay un instinto cazador latente en el ser humano?
Yo me conformo con luchar con cualquier persona en el supermercado por una bandeja de solomillo de cerdo y sentir la satisfacción de haberme llevado la última. Mi instinto prehistórico y cazador se conforma con poco. Menos mal.

Comentarios

Entradas populares de este blog

Opiniones

Lo mejor que tiene publicar un libro es recibir luego del lector su opinión. Mi agradecimiento en este caso está basado en que alguien se moleste en leer mi novela y le merezca la pena perder tiempo de su valiosa vi da en darme su parecer. Tras la publicación de Uvas negras y las presentaciones consiguientes, ahora es el momento de repasar las opiniones de los lectores. La gran mayoría son muy positivas, lo cual me llena de satisfacción. Con todas las valoraciones, sean cuales sean, logro siempre algún beneficio para mi labor de escritor. Muchas veces recibo interpretaciones que van más allá de lo que yo creía o pretendía conseguir y esto me hace reinterpretar mi propia obra, me enriquece por tanto. Como he dicho, modestia a parte, en general, las críticas son excelentes. Por ejemplo, en la web de Agapea me he encontrado con el comentario de dos lectoras que elogian mi novela y la han valorado con la máxima puntuación. En muchos casos he tenido la posibilidad de hablar dire

Viaje a Polonia (III)

Hay ciertos temas tan manidos o delicados que cuesta trabajo tratar. Me he resistido a escribir sobre mi visita a Auschwitz, pero ha sido una momento importante de mi viaje a Polonia y forma una parte imborrable de lo que he vivido este verano. Lo que me queda de esa experiencia no es muy distinto de lo que sentía antes de visitar el campo de concentración: no he descubierto nada que no supiera. Se trata de un asunto peliagudo que desde 1945 ha sido criticado, comentado, interpretado y recreado por directores de cine, escritores, historiadores, políticos, periodistas, etc. Yo solo puedo aportar una descripción de lo que vi y sentí como visitante de Auschwitz y como turista. Hay algo de teatral en la visita. Llevábamos unos auriculares que nos hacían concentrarnos silenciosamente en las palabras del guía brasileño. Empezamos pasando bajo la famosa y cínica inscripción: "Arbeit macht frei" ("El trabajo nos hace libres") y fuimos recorriendo el campo en grupo: éramos

Poner en la picota

Según el diccionario etimológico de J. Corominas, picota es una palabra documentada ya hacia 1400, derivada probablemente de pico y esta a su vez de picar "en el sentido de punta, porque las cabezas de los ajusticiados se clavaban en la punta de la picota" siempre con ánimo evidente de escarmiento. La expresión poner en la picota tiene realmente un significado menos violento pero contundente, se trataría de denunciar públicamente los errores o faltas de alguien. Esta facultad del ser humano tiene en nuestra sociedad un reconocimiento sin igual. Por ejemplo, cualquier político o sindicalista se pone inmediatamente en la picota por el solo hecho de manifestarse como tal. Los medios de comunicación los colocan "decapitados" al instante para que puedan ser automáticamente insultados, denigrados y pisoteados por cualquiera que los nombre. Que quede claro que algunos no necesitan la ayuda de nadie para merecerlo, sin embargo pienso que muchos medios se exceden. Véase,